ORIENTACIÓN EN UNA COMUNIDAD DE
APRENDIZAJE DE PERSONAS JÓVENES Y MAYORES
Autor Miguel Ángel Martínez Martínez. Orientador en un CEPA de Madrid
Septiembre: decenas de personas acuden cada día al centro de educación de personas adultas. Unas desean aprender español, a otras se les han olvidado “las cuentas”, jóvenes y no tan jóvenes necesitan obtener el título de secundaria o de una Formación Profesional Básica… Y también personas con diversidad funcional que tratan de continuar aprendiendo y, en muchos casos, que el aprendizaje les sirva para encontrar un empleo. Cultura y formación en los barrios y en los pueblos. Enseñanzas que son tan diversas como la sociedad. ¿Qué espacio ocupa un profesional de la orientación educativa en este contexto?
Dejemos a un lado la historia de la orientación en los centros de educación de personas adultas, su lucha por abrirse paso, por aclarar sus funciones y su horario, su papel en cada centro. Si aún hay alguno que se resiste a comprender lo evidente, la responsabilidad de la ignorancia recae en determinados equipos directivos y ciertos sectores de la gestión educativa. “Las grandes escuelas son constantemente creativas en su forma de relacionarse con las comunidades de las que forman parte. No son guetos aislados, son ejes de aprendizaje para toda la comunidad” (Robinson, Escuelas creativas, p.259)
La orientación educativa es definida de muchas formas y maneras, en manuales, en leyes, en documentos internacionales. Sucede lo mismo con el aprendizaje a lo largo de la vida. Ambos términos se encuentran e interactúan en los denominados centros de educación de personas adultas ( ni siquiera tenemos claro si sería mejor denominarlos centros de formación o – por qué no- comunidades de aprendizaje ). Que la orientación se centra en la persona “ con el objeto de lograr una adecuada elección e integración personal, escolar, profesional y social” ( (Sobrado y Ocampo, Evaluación psicopedagógica y orientación educativa, p.21) es una definición que a pesar de su correcto planteamiento y de un magnífico estudio de los autores, no señala que se aprende y se vive en comunidad, que la orientación tiene sentido en contextos diversos en los que se mueve cada persona.
Volvamos a nuestro punto de partida: septiembre. Cada curso hay que acoger, orientar y organizar nuevos grupos, enseñanzas y atender a la diversidad de nuestra comunidad educativa. En este punto, la presencia de la orientación es clave. Frente a un modelo clínico en el que el profesorado de orientación acude a una llamada para valorar, evaluar y dictaminar, cada vez es más fuerte un modelo inclusivo en el que el orientador u orientadora se encaja, como una pieza más, en la comunidad. Si no escuchamos, si no somos un nudo gordiano con quienes constituyen el conjunto no podremos valorar. Freire contaba que en una ocasión fue a dar una conferencia y que hubo de interrumpirla para escucha a los campesinos y ser él quien recibiera la palabra y quien se vistiera de la realidad de los otros para hacerse parte de la misma.
“Para ser maestro se necesita, además de saber, tener carácter, tener visión, tener temperamento” (Puig Elías). En la valoración inicial del alumno hay dos elementos en los que la orientación debe hacerse presente: la entrevista y la acogida. La entrevista, diseñada en colaboración con el equipo docente, trata de conseguir algunos datos significativos. La acogida supone ofrecer la presencia personal de la orientación como un recurso cercano y sincero.
“Compartir nuestras historias es fundamental, como lo es enseñarnos mutuamente lo que se puede hacer, qué escollos evitar y cómo es la realidad” (Apple y Beane, Escuelas democráticas, p.160)
Hay pues un segundo aspecto que permanece durante todo el curso: el acercamiento es diálogo sin pretender invadir la privacidad, de manera clara, preguntando al alumnado por sus estudios por las actividades que ofrece el CEPA, por sus dificultades. Es el paseo socrático lo que permite acercarse al conocimiento. La orientación se acerca en los tiempos de descanso, a las máquinas de café, a los pasillos, en las puertas, donde se dé paso a un proceso de comunicación fluido.
La pandemia ha puesto de manifiesto, entre otras realidades, la desigualdad de oportunidades y recursos, la carencia de medios, la preocupación ante el futuro y muchos otros aspectos en los que se reconoce el alumnado joven y mayor de los centros. Las emociones, la falta de habilidades sociales, la carencia de afecto, la soledad, el paro, la enfermedad, el deterioro cognitivo, el duelo… La orientación asume su presencia colaborando con el profesorado, que debe conocer las circunstancias que atraviesan sus alumnos y alumnas.
Las dificultades y las necesidades han de ser transformadas en posibilidades. Conocer las distintas necesidades educativas, los problemas de aprendizaje, los denominados trastornos, la diversidad funcional se hallan cada vez más presentes en los centros. No podemos escudarnos en la no obligatoriedad para que el derecho a la educación sea ejercido de manera correcta en cualquier edad. El sistema educativo no termina, no puede rechazar sus obligaciones cuando una persona es mayor de edad. El derecho a la educación y a la inclusión es responsabilidad social y la orientación educativa posee un protagonismo absoluto, diseñando los planes de atención a la diversidad, los planes de acción tutorial, las respuestas educativas ordinarias o extraordinarias.
Consideremos el trabajo en equipo, el apoyo mutuo. El aprendizaje es cada vez más una realidad en la que intervienen múltiples profesionales. Pasaron los tiempos en los que la orientación debía concluir en un dictamen. La conclusión es solo el principio donde se compromete cada enseñante, donde se reclama la presencia de especialistas necesarios en la atención necesaria si de verdad se quiere construir una comunidad inclusiva. Carece de sentido que no se incorporen a las plantillas de los CEPAs el profesorado especialista en Pedagogía Terapéutica, Audición y Lenguaje o Trabajo Social. Una sociedad que cambia, que demanda competencias nuevas y el permanente acceso a la cultura y al ejercicio democrático del libre pensamiento, necesita renovar sólidamente una estructura que hasta el momento repite permanentemente el modelo profesional de hace treinta años.
Finalmente, una reflexión sobre otro de los aspectos que el modelo de orientación en el que nos incluimos plantea: el cuidado mutuo. Un modelo ecológico en el que es primordial modificar conductas y costumbres que apoyan y potencian lo individual (el éxito personal, lo competitivo…) frente a la cooperación, prestando nuestra mirada para que nadie quede atrás, para entender que aprender es construir oportunidades para transformar de manera conjunta los intereses individuales y colectivos, la armonía de la que formamos parte en la comunidad escolar, en el barrio, en la localidad. No podemos alejar nuestras miradas de las necesidades de la otra persona, del medio ambiente, de la violencia estructural. La realidad nos impele a buscar caminos y propuestas que promuevan la convivencia. La orientación cuida de estos aspectos desvelando necesidades, diseñando planes y propuestas, ofreciendo recursos metodológicos, en contacto con asociaciones y entidades que trabajan en diferentes aspectos.
“Creo que las cosas que funcionaron en otros tiempos quizá serían menos eficaces ahora y en el futuro” ( Bégaudeau, La clase, p.124).
La orientación no se limita a dar “charlas” sobre los intereses profesionales y las salidas al termino de la secundaria para personas adultas. Ese papel meramente profesional nos sitúa en un modelo ya superado por otro en el que escuchar y dialogar, mostrar y ayudar, comprometerse y cambiar tratan de ser las herramientas para que cada persona descubra su camino al lado de los demás.
- A modo de funciones de la orientación en CEPA
La jornada puede ser de mañana o de tarde, algo que determina un perfil específico si se trata de alumnado joven o de un alumnado que está trabajando o que tiene otras características familiares y de intereses.
- Hoy
tengo tres horas de clase sobre materias muy distintas. Dos horas con el Ámbito
Social de Secundaria y una en FPB.
-
Hay
que atender la gestión del sistema informático de la Consejería.
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Responder
correos.
-
Ponerse
en contacto con el CAF para diseñar dos sesiones sobre juegos de azar y
adicciones en población joven
-
Reunión
con una familia de un alumno menor de edad que asiste a un curso de Formación
Profesional Básica
-
Informe
sobre una alumna con TDAH para que el profesorado reciba unas orientaciones
sobre modelo de actividades y evaluación.
-
Revisar
el plan de atención a la diversidad en sus contenidos sobre la atención
emocional durante este curso.
-
Reunión
con la CCP. Vamos a trabajar sobre el plan de mejora de la competencia
lingüística (expresión oral) que el departamento de orientación propuso este
curso.
- Reunión
con el equipo docente de Nivel 2 de secundaria para realizar el seguimiento de
determinados alumnos y el plan de acción tutorial.
-
Y
que no se me olvide, hoy toca ver a una de las alumnas que estamos siguiendo
por los indicadores de ansiedad y problemas emocionales que está mostrando.
Menos mal que disponemos del jardín para hablar con ella durante un rato. Le
daré a leer el libro de la escritora y orientadora Pilar Lucía López. Seguro
que podemos comentar uno de sus relatos el próximo día.
Nota: seguiremos escribiendo un año más en las propuestas de mejora a la Administración, que se reduzcan las horas de docencia en grupo al orientador y que aporte a la plantilla del centro el profesorado PT a tiempo completo.